domingo, 20 de julio de 2008

Tres Hermanos



Juan Carlos Daroqui nació en Bolívar (Pcia de Bs. As.) el 5 de noviembre de 1946. Fue el mayor de seis hermanos, él junto con Jorge Arturo y Daniel Alberto están desaparecidos desde el año 1977. Como bancario su padre Carlos residió, junto a su familia, en varias ciudades de la provincia de Buenos Aires, hecho por el cual Juan Carlos concurrió a distintos colegios primarios y secundarios de esas ciudades. las primeras letras que leyó fueron A.C.A., un analista pedagógico podría afirmar que desde pequeño era muy curioso y observador, y así lo fue en sus escasos 30 años de vida. El bachillerato lo culminó en la ciudad de Chivilcoy, donde hizo grandes amigos, con quienes se trasladó a la ciudad de La Plata para dar inicio, en el año 1965, a sus estudios universitarios. Quizá porque su abuelo paterno, Carlos Daroqui, fuera un fuerte referente, eligió la carrera de medicina. Fue en Bolívar, donde su abuelo ejerció la medicina hasta su muerte, y de quien Juan Carlos y sus hermanos, desde muy pequeños, se nutrieron de fértiles ideas políticas y filosóficas, eran frecuentes, por no decir que eran rutinarias, las conversaciones que se prolongaban en la sobremesa. Los temas siempre rondaban sobre los desposeídos y las injusticias sociales y el diálogo profundizaba en los distintos modos o maneras que impulsaran un cambio en el escenario político argentino. Asimismo, la austeridad y la honestidad de esa larga vida fueron un ejemplo y modelo y que crearon en Juan Carlos y en sus hermanos esas primeras inquietudes políticas y su firme y posterior compromiso en la lucha a favor de los desposeídos. Con el golpe de 1966 del general Onganía se da inicio a la llamada “revolución argentina”, otro período de dictaduras hasta 1973. Es al comienzo de esa etapa de efervescencia cuando Juan Carlos comienza activamente su militancia política y se incorpora orgánicamente a la corriente del peronismo revolucionario encabezada por Gustavo Rearte. Su fuerte y firme compromiso militante desplaza su anterior objetivo profesional, convertirse en médico. Trabaja en el Colegio Nacional de la UNLP como preceptor y desarrolla además actividad gremial. En el año 1974 es el responsable de la regional La Plata del Movimiento Revolucionario 17 de Octubre y más tarde se traslada a la Capital Federal, encargado de dirigir la regional porteña de la organización. Cacho Daroqui fue uno de los más notables cuadros surgidos del MR17. Audaz en la acción, talentoso en el ejercicio político, de gran sensibilidad popular, con mucha calle y mucho barro encima, tenía eso que llaman carisma y se hubiera destacado en cualquier actividad de la vida como se destacó entregado a la militancia revolucionaria. “Joaquín” también anduvo dando batalla por Córdoba, ya como integrante de la dirección nacional de la organización (en julio de 1975 el MR17 se fusionó con el Frente Revolucionario Peronista bajo la sigla FR17). A Juan Carlos la pasión lo consumía; en el amor era, de la pareja, el más sufrido; no destacaba por sus habilidades manuales -según cuenta Raúl, su ahora único hermano varón, la colocación de un simple clavo era un operativo que debía ser minuciosamente planificado. Con el tiempo fue domando sus manos y hasta llegó a ejercer como pintor de brocha gorda con resultados aceptables. Cuando recordaba era hincha de Ríver. Jugando al fútbol, pese a su cortedad de vista y gracias a sus buenos reflejos, los amigos cuentan que “El Loco” ofrecía seguridad como arquero. Ya instaurada la última dictadura, su compañera fue detenida y alojada en la cárcel de Villa Devoto. Se consolaba tocando la guitarra y cantando tristes rancheras mejicanas. No podía visitarla por obvias razones de seguridad, pero hacía lo imposible para comunicarse con ella. Entre otras ocurrencias, probó a enviarle este telegrama con remitente falso: Cumita: Felicidades cumpleañera romántica/ mi regalo no lo había mirado/ y nuestros pasos sonaban juntos/ no la había escuchado y su voz iba llenando mi mundo/ y hubo un día de sol y mi alegría en mí no cupo/ sentí la angustia de cargar la nueva soledad del crepúsculo/ y mi dolor bajo la noche negra entró en su corazón/ y vamos juntos (10/11/1976). Ella pasó años presa y lo recuerda así: ¿Cómo era Juan Carlos? ¿Cómo atreverme a hablar de cómo era 30 años después? Conocí a Juan Carlos cuando él tenía 27 años, compartimos dos años de nuestra vida. Dos años vividos intensamente, plenamente, como todo lo que hacíamos hace treinta años, nosotros y tantos compañeros. Era tiernamente exigente. La exigencia para con los demás y para consigo mismo, le llevaba a permanentes autocríticas. Era profundo en su análisis político e ideológico. Su comportamiento tenía que estar acorde con su pensamiento. Todo lo envolvía con afecto, con comprensión y con un humor indescriptible. Quería llevar en la práctica la idea del Hombre Nuevo. Era vital y pasional en lo que hacía. La admiración y amor por su abuelo le llevó a continuar profundizando en los estudios de medicina, pero por su cuenta. Hoy pienso que se adelantó a su época. Estaba convencido de que la medicina era social y sus contenidos socializables. Que todos podían estudiar, ser posibles sanadores, y cuestionaba el poder de la información que tenían los médicos. Amaba a sus hermanos y hermanas. Hablaba con gran admiración de Raúl y de su cuñado Luís. Aunque quizás con su implicación y compromiso de entrega en la militancia no pudo desarrollarlo, estaba pendiente del proceso de crecimiento de sus hermanos menores, Daniel y Matilde. En sus relaciones con los compañeros, trasladaba algunas relaciones familiares, tenía una “madrecita” a quien cuidaba y quería. En aquellos momentos la familia eran los compañeros, con quienes se compartía todo. La madrugada del 12 de setiembre de 1977, un amplio dispositivo militar (los vecinos hablan de 100 efectivos) de desplazó a Tabaré 2774, en el barrio porteño de Villa Soldati. Los represores ametrallaron la vivienda, un departamento, mataron a Osvaldo Rubén Spossaro y secuestraron a Juan Carlos, quien intentó suicidarse hiriéndose en la yugular, (testimonio de Lucía Spossaro, a quien secuestraron estando embarazada y dejaron en libertad a los tres días). Delia Barrera, sobreviviente del CCD Club Atlético, en su testimonio relata que lo vio en ese campo, un día cuando el represor Poca Vida los sacó a todos de sus “celdas” e hizo cantar a Juan Carlos y a Noel Hugo Clavería, “El Meta”, tocar la guitarra, mientras torturaban a otro compañero. Lo que no pudieron lograr los represores fue sacarle a Juan Carlos información alguna que les facilitara proseguir su infame cacería de valientes. Los hilos de esta Historia de Vida de Juan Carlos fueron entrelazados por las manos de Raúl, Matilde y María Julia, sus hermanos, por Eduardo Gurrucharri, su compañero de militancia en el MR17 y por su compañera Cumita.

No hay comentarios: